Civilizaciones Prehumanas: ¿Y si no fuimos los primeros?


Párrafo con letra capital e iconos sociales

Durante décadas, la ciencia ha considerado al ser humano como la única especie en la Tierra que ha alcanzado un nivel de inteligencia capaz de crear civilización. Sin embargo, en los márgenes de la astrobiología, la geología profunda y la paleontología especulativa, emerge una inquietante y fascinante posibilidad:

¿Y si no fuimos la primera civilización en este planeta?


El concepto del “Dinosauroide”: una hipótesis seria

En 1982, el paleontólogo canadiense Dale Russell propuso una teoría que, aunque polémica, fue tomada en serio por la comunidad científica. Russell imaginó que, de no haberse extinguido hace 66 millones de años, el dinosaurio Troodon formosus —uno de los más inteligentes conocidos— podría haber evolucionado hasta convertirse en una especie inteligente, bípedo y humanoide. Lo llamó el “dinosauroide”.

Este concepto, lejos de la ciencia ficción, planteaba una pregunta genuina:

¿Pudo haber existido una civilización anterior a la humana que simplemente se perdió en el tiempo geológico?


Cabeza y cuello de la escultura de Stenonychosaurus de Dale Russell y Ron Séguin, Museo de Historia Natural, Londres.

Un modelo del hipotético dinosauroide, Museo de Dinosaurios, Dorchester.

Civilizaciones sin rastro: el dilema geológico

Uno de los mayores desafíos en probar esta teoría es la naturaleza del registro fósil. La erosión, la tectónica de placas, el vulcanismo y el paso de millones de años borran eficazmente la mayoría de las huellas biológicas y culturales. Se estima que más del 99% de todas las especies que han vivido en la Tierra no han dejado fósiles reconocibles.

Además, una civilización tecnológica como la nuestra apenas tiene unos 200 años de huella industrial significativa. Si una civilización similar ocurrió hace, digamos, 50 millones de años, ¿cuáles serían las probabilidades de encontrar evidencia clara? Muy bajas, salvo por ciertos rastros químicos o alteraciones geológicas inusuales.


La paradoja silúrica

Este debate fue replanteado por los científicos Gavin Schmidt (NASA) y Adam Frank (Universidad de Rochester) en 2018 con lo que llamaron la “hipótesis silúrica” (paper original). Se preguntaron:

“¿Podría haberse desarrollado una civilización industrial hace millones de años en la Tierra?”

Su conclusión fue sorprendente:
No hay evidencia directa de tal civilización, pero tampoco hay pruebas de que no pudiera haber existido.

Propusieron que una civilización prehumana podría detectarse no por sus restos físicos, sino por cambios químicos en los estratos geológicos, como:

  • Aumentos anómalos de CO₂.
  • Alteraciones isotópicas.
  • Cambios súbitos en los sedimentos marinos.

Inteligencia antes del Homo sapiens

La evolución de la inteligencia no es un fenómeno exclusivo del ser humano. Las aves, los pulpos, los cetáceos e incluso algunos dinosaurios mostraron comportamientos complejos.
¿Por qué asumir que la conciencia tecnológica solo ha ocurrido una vez?

La historia de la vida en la Tierra tiene más de 3.500 millones de años. Nuestra especie existe apenas desde hace 300.000 años. Si la evolución de la inteligencia no es un accidente aislado, entonces la posibilidad de civilizaciones anteriores deja de ser ciencia ficción y se convierte en un problema abierto.


¿Dónde buscar?

Si alguna civilización inteligente prehumana existió, podría haber dejado huellas en:

  • Regiones geológicas antiguas (formaciones sedimentarias del Paleoceno o Eoceno).
  • Ambientes con rápida fosilización.
  • Fondos oceánicos que aún no han sido subducidos.

Además, el estudio de anomalías isotópicas o estructuras inexplicables en capas profundas podría arrojar pistas.


La hipótesis de civilizaciones prehumanas —como la del dinosauroide— no afirma hechos, pero plantea preguntas legítimas que desafían nuestra visión del pasado terrestre. La ciencia no debe temer estas ideas, sino investigarlas con el rigor que merecen.

Porque si alguna vez hubo otra Roma, otro Alejandría, otra especie pensante… no sabríamos nada de ella.
Solo una delgada capa de sedimentos podría ocultar el mayor secreto de la historia del planeta.

Perfecto, miguelacho. Aquí va el artículo que imagina cómo seríamos nosotros hoy día si hubiéramos evolucionado no desde los mamíferos, sino desde una especie reptil inteligente como el Stenonychosaurus de Dale Russell, que además habría eliminado a los homínidos en su época. Vamos con un texto serio, especulativo y detallado, pero también accesible y con un toque narrativo:


Hijos del Frío: ¿Cómo seríamos hoy si los reptiles inteligentes hubieran dominado la Tierra?

Hace unos 65 millones de años, un asteroide cambió el curso de la evolución. Pero, ¿y si no lo hubiera hecho? ¿Y si una especie como el Stenonychosaurus, pequeño dinosaurio con cerebro grande, hubiera seguido su camino evolutivo, convirtiéndose en la forma dominante de vida inteligente? Más aún: ¿y si esa especie hubiese aniquilado a nuestros antecesores mamíferos primitivos, eliminando a los homínidos antes siquiera de que comenzaran a caminar erguidos?

Hoy no serías humano. Serías algo distinto. Una criatura de escamas, de ojos verticales y mente fría. Un reptil inteligente que mira las estrellas sin el peso de la emoción humana.

Este es el retrato de cómo podrías ser tú… si los sapiens no hubieran existido.


Biología: Cuerpos fríos, mentes despiertas

Como descendientes de reptiles, tu cuerpo sería muy diferente al actual. Medirías quizá metro setenta, con una postura erguida pero ligera, cuerpo cubierto por escamas resistentes, capaces de cambiar de color según el entorno o estado emocional.

Tu sangre no sería del todo fría: la evolución hacia la inteligencia habría empujado a tu metabolismo hacia algo similar al de las aves, permitiendo actividad sostenida y control de la temperatura. Pero seguirías dependiendo más del entorno térmico, haciendo de tu arquitectura y costumbres algo muy distinto a lo humano.

Tus ojos serían grandes, con visión nocturna, y quizás capacidad para ver en espectros como el ultravioleta. Párpados verticales y pupilas hendidas. Ojos que no lloran.


Cognición: Inteligencia sin empatía

Tu cerebro sería grande, sí, pero distinto al nuestro. Más eficiente, más lógico… y menos emocional. El sistema límbico, clave en los mamíferos para el apego, el miedo y la empatía, sería menos desarrollado. Tu pensamiento sería racional, tu lenguaje preciso, tu memoria prodigiosa.

La empatía, tal como la conocemos, no existiría. Comprenderías el dolor ajeno, pero no lo sentirías como propio. La compasión sería una construcción cultural, no un impulso visceral.

¿Cruel? No necesariamente. Simplemente… funcional.


Sexualidad: Huevos, ciclos y encuentros breves

La reproducción ovípara marcaría tu biología sexual. Pondrías huevos en lugares seguros, donde se incubarían sin necesidad de contacto prolongado con las crías.

El sexo sería breve, regulado por feromonas o señales visuales. No existirían relaciones de pareja duraderas como las humanas. La monogamia no tendría sentido. La crianza sería delegada o inexistente. El apego romántico, simplemente, no evolucionaría.

La sexualidad no estaría ligada al placer constante ni al deseo emocional. Sería un impulso cíclico, regulado y eficiente. Quizás con un alto grado de control social y genético.


Sociedad: Jerarquía, precisión, eficiencia

Tu sociedad sería estrictamente jerárquica, probablemente con estructuras piramidales similares a las de ciertos reptiles actuales (como los dragones de Komodo), pero llevadas a un nivel intelectual y político avanzado.

Las emociones no serían la base de la cohesión social. El orden, la lógica y el cumplimiento de roles estructurados mantendrían un equilibrio colectivo. La desobediencia sería un fallo del sistema, no un acto de rebeldía.

Las comunidades serían grandes, sí, pero no íntimas. No habría familias nucleares. Tal vez unidades funcionales de cría, educación y producción, similares a colmenas o castas organizadas, pero sin vínculo emocional entre individuos.


Cultura: Ciencia sin alma, arte sin emoción

La cultura se centraría en la observación, la catalogación y el perfeccionamiento del entorno. Las artes visuales podrían existir, pero no como expresión emocional: serían formas de codificar conocimiento o transmitir información simbólica compleja.

La música, si existiera, sería matemática, rítmica y precisa. No habría baladas de amor ni cantos de tristeza. Quizás cantos de apareamiento, o himnos de comunicación ritual.

La religión, si surgiera, no sería emocional ni espiritual, sino basada en la lógica: una cosmología más cercana al estoicismo o al panteísmo natural. La muerte sería un proceso más que un drama.


Tecnología: Un mundo de precisión

Una civilización dinosauroide habría desarrollado tecnología desde una perspectiva completamente distinta. No para facilitar la vida emocional, sino para maximizar el orden y la eficiencia del entorno.

Ciudades bioclimáticas, adaptadas al sol, con sensores térmicos en lugar de ventanas. Arquitectura sin ornamentos, con formas fractales y estructuras que imitan la naturaleza reptil.

La inteligencia artificial habría sido desarrollada no como compañía, sino como herramienta de control. No habría redes sociales como las conocemos, sino redes de conocimiento puro, sin selfies ni estados de ánimo.


¿Una civilización avanzada o alienada?

¿Serías menos humano? En cierto modo, sí. Pero también podrías ser más eficiente, más coherente, más resiliente. No habría guerras por pasión, ni crímenes pasionales, ni revoluciones caóticas. Pero tampoco habría poesía, amor desbordado, ni ese tipo de locura que nos hace humanos.

Serías otra cosa. Una mente clara en un cuerpo frío.
Una criatura del orden.
Un hijo del frío.


🧬 Ciencia vs. Fantasía: ¿Dinosauroides reales o reptilianos de otro planeta?

La idea de una civilización reptil inteligente que pudo haber evolucionado en la Tierra no es lo mismo que las teorías populares sobre reptilianos extraterrestres infiltrados entre nosotros. Aunque a simple vista puedan sonar parecidas —»seres reptiloides con inteligencia y cultura avanzada»— sus orígenes, propósitos y fundamentos son totalmente distintos. Vamos a compararlas de forma clara.


🦖 1. El dinosauroide de Dale Russell: Ciencia especulativa

En 1982, el paleontólogo canadiense Dale Russell propuso un ejercicio de especulación científica: imaginó cómo habría evolucionado el Stenonychosaurus, un pequeño dinosaurio terópodo con un cerebro relativamente grande, si el meteorito del Cretácico no hubiese extinguido a los dinosaurios.

El resultado fue el dinosauroide: un ser bípedo, con manos prensiles, visión hacia adelante y un cerebro grande. Esta criatura, aunque completamente hipotética, se basa en la evolución biológica tal como la conocemos. No afirma que existiera realmente, ni que haya dejado rastros. Es una forma de explorar cómo podría haber sido la evolución de la inteligencia en otras ramas del árbol de la vida terrestre, si las condiciones hubieran sido diferentes.

📌 Fundamento: Paleontología, biología evolutiva y comparación anatómica.
🧠 Grado de especulación: Alto, pero dentro del marco científico.
🪦 Conclusión: Nunca existió, pero pudo haber evolucionado en teoría.


👽 2. Los “reptilianos” de las teorías conspiranoicas: Fantasía sin base

Por otro lado, la creencia en reptilianos extraterrestres —popularizada por personajes como David Icke— sostiene que hay una raza de reptiles inteligentes de otro planeta o dimensión que controla secretamente el mundo, camuflados como líderes políticos, celebridades o banqueros.

Estas ideas mezclan ciencia ficción, paranoia política y simbolismo mitológico, pero no tienen absolutamente ningún respaldo científico, arqueológico ni biológico. No existen fósiles, ni pruebas físicas, ni mecanismos evolutivos conocidos que puedan sostener esa narrativa. Es puro folclore moderno con envoltorio pseudocientífico.

📌 Fundamento: Ninguno. Es una narrativa conspiranoica.
🧠 Grado de especulación: Totalmente fantasiosa.
🪦 Conclusión: No tiene base científica ni lógica evolutiva.


🌍 Entonces… ¿cómo sería un mundo reptiliano realista?

Si una especie reptil inteligente hubiera dominado la Tierra, como plantea la hipótesis del dinosauroide, no serían lagartos mágicos que cambian de forma y beben sangre real. Serían criaturas terrestres, con una biología fría, cerebros muy distintos a los nuestros, emociones limitadas y sociedades jerárquicas pero estables.

No se infiltrarían en gobiernos, ni conspirarían en las sombras. Simplemente serían la especie dominante de este planeta, en lugar de los humanos.

Y probablemente, si leyeran teorías sobre “reptilianos iluminatis”, levantarían su ceja escamosa con absoluta indiferencia.


Conclusión: Ciencia ≠ Conspiración

  • El dinosauroide es una hipótesis evolutiva especulativa dentro del marco científico.
  • Los reptilianos de Icke son mitología moderna sin base alguna, usada para explicar miedos sociales y desconciertos políticos.
  • Imaginarnos como reptiles inteligentes en la Tierra es un ejercicio fascinante que no necesita alienígenas ni gobiernos secretos, solo imaginación informada y conocimiento evolutivo.



📚 Enlaces y fuentes


Miguel Ángel Urbaez Niño
Miguel Ángel Urbaez Niño
Artículos: 69

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